ENTREVISTAS Y TEXTOS

Fantasía - exposición

'FANTASÍA' DE COCO GONZÁLEZ: ENTRE LA PLENITUD Y LA UTOPÍA

“Fantasía” es el nombre (aparentemente) austero con el que el artista chileno Coco González Lohse ha condensado la intención de su exposición, todavía vigente en Nube Galería (Santa Cruz de la Sierra) hasta el 2 de agosto del presente año

El recorrido

Al entrar a la exposición Fantasía, lo primero que salta a la vista son los múltiples puntos negros salpicados en las paredes blancas de la sala; son mayormente círculos, pero también los hay en forma de óvalos. Estos puntos no son simples manchas pintadas, sino que aparentan funcionar como hoyos negros –es decir evocan profundidad–, esto gracias a que a lado de varios de ellos aparecen objetos miniatura colgados de una repisa transparente. Esos objetos, pinturas y mini-esculturas podrían ser souvenirs de viajes anteriores del artista (monolitos, muñecos de luchadores mexicanos, pequeñas cerámicas precolombinas, banderas de países, figuras de animales, casa de pajarito, rocas y otros). La exposición invita a un recorrido en U gracias a los paneles divisorios que utilizaron en la museografía. El sonido envolvente del video del artista invitado Harold Céspedes (“Discos de piedra”) mantiene un cierto tono de misterio durante la vivencia de la muestra.

Es la noche de la inauguración. Me acompaña en el recorrido la artista plástica Gabriela Castedo, ella se da cuenta más rápido de lo que está pasando en esta disposición de puntos negros y objetos. El texto curatorial escrito por Ramón Castillo señala: “las obras en el espacio serán como ventanas o manchas en la pared recolectadas, apropiadas y reelaboradas desde la conciencia o el delirio del autor y los espectadores”. Gabriela me dice que ve aquellos puntos más como agujeros o portales que permiten viajar a través del tiempo, y “de ahí se sacan estos objetos de diferentes dimensiones”. Dos razones la habían alentado para llegar a esta lectura: primero haber visto hace unos días la más reciente película de Spiderman, a través del spider verso, que habla de estas grietas o portales de otros universos; la segunda razón que la reforzó fueron las palabras que estaban escritas sobre el panel pintado de amarillo que divide la sala, colocadas como una serie de ideas-valija: isla, viaje, arcadia, escape, borde, reunir, territorio, irrealidad… (Véase la imagen principal de este texto).

El arte siempre nos empuja a franquear umbrales en cierta manera. Pero en el caso de Fantasía se trata de la esencia misma de la muestra. Para ello, hay que tomar nota de la disposición y de la manera en que el artista ha concebido la función de las paredes expositivas.

Con sencillez, trabajando con lo diminuto y lo portátil, Coco Gonzáles logra en la exposición intervenir las paredes blancas de Nube Galery, la pintura les hace hoyos, las horada sin llegar a agrietarlas. Para quienes vemos que en su mayoría las exposiciones de esta galería tienden a tomar como base la museografía de cubo blanco, nos agrada ver una muestra que ha discutido la blancura de sus paredes.

En torno a la pared y sus usos expositivos se podría ordenar una historia del arte occidental: de la pintura de caballete, pasando por los murales, hasta el graffiti; incluso buena parte de las vanguardias descansan en la manera que han discutido el papel de las paredes. De hecho, las paredes blancas de una sala expositiva bien podrían considerarse la voz de la institución. Pues bien, en Fantasía Coco González las ha perforado, conceptualmente, a favor de una idea: serán estante de portales que trascienden tiempo y espacio. Así, esta no será una exposición de objetos alegóricos de una historia personal, sino más bien un dispositivo que sirve para distanciarse un poco de la realidad, cargado de sentido de viaje y de cruzar fronteras.

Los personajes

Recuerdo aquí cómo conocí al artista Coco González y al curador de la muestra Ramón Castillo. Fue un día que me invitaron a Kiosko Galería para conversar con las residentes y la exposición estaba a días de inaugurarse. Se dio la oportunidad para que la directora de la galería, Raquel Schwartz, me los presentara durante el mismo montaje de la sala. Se leía en sus rostros la imagen de la ilusión. Comentaron que dos maletas habían sido suficientes para traer todo lo que se exponía; se trataba de una muestra itinerante. Lo primero que charlar con ellos me trajo a la mente fue el recuerdo de la novela Historia abreviada de la literatura portátil de Enrique Vila Matas, que Ramón captó en seguida. Coco en cambio no la conocía, él estaba más cercano a ser un personaje de esa novela en la vida real, viviendo su propio relato. Luego descubriría algunas afinidades que este artista chileno guarda con el espíritu portátil que retrata Vila Matas, al leer el blog de nuestro artista: https://cocogonzalezlohse.blogspot.com/, principalmente en sus “Apuntes de viaje” y “Pinturas de bolsillo”.

La experiencia de espectadores

Volví a visitar la muestra varias veces, llevé también a mi hijo adolescente y me comentó que los hoyos negros le hablaban de lo lleno y lo vacío; quedó pensativo con las palabras que aparecían en el muro amarillo, llegando también a la idea de portales, aunque esa palabra no esté ahí literalmente. Nos encontramos con el curador Eduardo Ribera, que estaba fascinado haciendo el recorrido: resaltó el minimalismo, la limpieza y los detalles simbólicos en cada pieza elegida.

Aquí debo retornar a la noche inaugural y las apreciaciones de Gabriela Castedo, ella me abrió otro ángulo de mirada de la muestra. De hecho, aquel día ella misma le comentó esta lectura al curador Ramón Castillo. Ramón encontró esta apreciación muy divertida y perfectamente posible, de hecho, agregó una nueva conexión a aquella sinapsis trayendo a colación las caricaturas animadas de Looney Tunes; se refería a aquellos capítulos en los que el coyote y el correcaminos se inventaban pasadizos, huecos profundos o túneles de tren por el simple hecho de pintar hoyos negros en las superficies. La más pura fantasía de la infancia para quienes nacimos en los 80 o incluso 90.

El concepto de Fantasía en esta muestra es abierto; para Coco González es “un estado de energía, a medio camino entre la plenitud y la utopía”. La exposición evoca un territorio inestable que se expande y se contrae según el lugar y sus habitantes. Tiene la forma de una instalación en su conjunto, y es un poco como una aspiradora, arrastra y se lleva energías, signos, amistades, vivencias, e incluso nuevos objetos de los lugares que recorre, porque su esencia está en seguir moviéndose y mutando por fuerza de ese movimiento. El hecho de que incluyeran al realizador y artista boliviano Harold Céspedes para que sea parte de la muestra con un video acerca de una tradición altiplánica con las piedras, fue un gesto que hablaba del espíritu colaborativo y de reinvención de la muestra misma según el lugar donde se abría al público.  (Por cierto, el video de 7 minutos de duración de Céspedes, es de una calidad impecable y ritmo visual hipnótico).

Finalmente, se trata de una exposición que en su título y en el travieso acabado recuerda a un artista muy querido que perdimos a causa del COVID-19 en julio del 2021. En su última entrevista concedida a un medio de comunicación desde el hospital, Roberto Valcárcel había lanzado estas palabras premonitorias: “La fantasía humana y la imaginación curarán esta pandemia”. Refugio y escapatoria, a medio camino entre la plenitud y la utopía.





Por: Artishock 14.07.2023

COCO GONZÁLEZ LOHSE: FANTASÍA

Por Ramón Castillo Inostroza | Curador

El proyecto expositivo de Coco González (Chile, 1965) posee un formato colaborativo e itinerante. Se trata por lo tanto de una exposición que va cambiando según la fisonomía del país, los encuentros y colaboraciones, y el contexto en el que se desarrolle. Estas transformaciones tienen que ver con el sentido doble de la Fantasía a la que nos invita a experimentar.

Por una parte, la fantasía como imaginación y creación, como la necesaria forma de escapar del lugar, del presente, y alcanzar el futuro, o incluso el pasado, haciendo existir una expresión, una imagen o una obra que parecía imposible. En otros casos, la fantasía se experimenta como contradicción con la realidad, como delirio y, por lo tanto, nos hace susceptibles al sufrimiento y la desesperanza.

Vista de la exposición “Fantasía”, de Coco González, en Nube, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, 2023. Foto: María Edith Pereira. Cortesía de KIOSKO Galería / NUBE Gallery
Vista de la exposición “Fantasía”, de Coco González, en Nube, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, 2023. Foto: María Edith Pereira. Cortesía de KIOSKO Galería / NUBE Gallery

La Fantasía entonces ha sido un ejercicio de conciencia y juego creativo esperanzador, que ya tuvo un momento de existencia en la Fundación Francis Naranjo en Las Palmas de Gran Canaria, España, en el año 2022. Ahora, se presenta en el espacio Nube, en Santa Cruz de la Sierra, bajo la forma de un diálogo expansivo entre el lugar y sus habitantes.

La invitación al realizador y artista Harold Céspedes (Bolivia) para presentar un video titulado Rompemos para recordar (7 minutos, 2023) hace llegar a Nube la tradición altiplánica del llevar una “abuela” o piedra del lugar de origen y juntarla con las piedras de otras personas sobre un disco de greda que al finalizar el encuentro se rompe.

Vista de la exposición “Fantasía”, de Coco González, en Nube, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, 2023. Foto: María Edith Pereira. Cortesía de KIOSKO Galería / NUBE Gallery
Vista de la exposición “Fantasía”, de Coco González, en Nube, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, 2023. Foto: María Edith Pereira. Cortesía de KIOSKO Galería / NUBE Gallery

En esta oportunidad, las obras (pinturas, esculturas, objetos y videos) de Coco González emergen como ventanas o manchas en la pared que revelan diversos orígenes encontrados, imaginados, fantaseados, apropiados y reelaborados desde la conciencia o el delirio.

Desde las obras del año 2018 hasta las más recientes, se reconoce una visualidad que oscila entre las imágenes de los propios procesos, ya revisados y actualizados de sus obras anteriores, y ahora, más explícitamente, con imágenes de la contingencia local, como si la realidad se hubiese tomado por asalto su mirada y afectos.

Las obras del Coco recorren distintos ámbitos del arte, la cultura y la política, pero también se deslizan hacia ámbitos misteriosos, donde la Fantasía encuentra su lugar más pleno y desinteresado a la vez. La pintura es un arte de luces y sombras entre las que ha encontrado su lenguaje visual. Su habla viene a ser una reacción vital, a veces instintiva, en otros casos deliberada, a imaginarios sin militancia estética que se pegan a la retina, a la conciencia, al corazón o al estómago.

Vista de la exposición “Fantasía”, de Coco González, en Nube, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, 2023. Foto: María Edith Pereira. Cortesía de KIOSKO Galería / NUBE Gallery
Vista de la exposición “Fantasía”, de Coco González, en Nube, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, 2023. Foto: María Edith Pereira. Cortesía de KIOSKO Galería / NUBE Gallery

Su fuerza expresiva, sin concesiones ni correcciones, viene del instinto de vida en medio de tiempos difíciles, en lo personal y en lo colectivo. De ahí que, si bien es un artista formado y lanzado a la escena desde fines de los 80, en medio de la dictadura y llegando a la democracia en Chile, en adelante ha trabajado con imaginarios lúdicos, punketas, convulsos, con pasajes dolorosos, con búsquedas y derivas, que han convertido su pintura en una bitácora colectiva.

Fantasía es una bitácora de viaje de Coco González que se construye y lee en varias direcciones, donde habitan la abundancia de experiencias creativas y colaborativas, de imaginarios populares que sintonizan en la búsqueda de un mantra, de un sonido común que se reitera, que llega, que cala, que nos conecta, que cura desde un reinventado presente. Desde la pintura, el audiovisual, la instalación y los diálogos locales, el artista se intersecta con otras sabidurías y formas de vida como si fueran semillas que se intercambian para nuevos-antiguos cultivos que se llevan para el viaje.

Vista de la exposición “Fantasía”, de Coco González, en Nube, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, 2023. Foto: María Edith Pereira. Cortesía de KIOSKO Galería / NUBE Gallery


«Un lugar en el Mundo», nueva exposición de integrantes de Plataforma Leve

«Un lugar en el Mundo» es una exposición realizada con los artistas que conviven en la Ex fábrica Caffarena: Sebastián Maquieira, Tan Vargas, Tania González, María Claro, Coco González, Cristián Silva -Avária, Serafín Alfsen-Romussi y Sebastián Palma; bajo la curatoría de Macarena Cacciuttolo.

Esta muestra es parte de un ciclo de laboratorios creativos  realizados para Proyecto Leve, este espacio de ensayo artístico ha permitido a sus integrantes moverse por distintos conceptos y propuestas, teniendo como mirada transversal la visibilización de temáticas que suelen transitar por un área más lateral del sistema hegemónico, y que a su vez muestra cómo una comunidad construye lazos a través de miradas y saberes mucho más profundos. 

Desde ahí se han abierto varias líneas de pensamiento en torno a la vinculación con los espacios que habitan [artísticamente]; la coherencia y armonía en el vivir que han construido como sociedad; y la construcción de una propuesta artística que permita [regenerar] encontrarnos en las diferencias. 

La exposición realizada en Sala Leve (Ex Fabrica Caffarena) se constituye como un espacio para el libre pensamiento y un punto para pensar y entender el cómo vivir juntos. 

En la propuesta se procura relacionar a los y las artistas desde un lugar contrario a la apropiación y sometimiento de ideas, más bien desde la importancia de reconocer la sabiduría colectiva y la capacidad que tiene el arte para vincularnos y mostrarnos cómo el mundo se manifiesta a través de nuestra historia colectiva. 

La exposición estará abierta al público hasta el 10 de diciembre en Sala Leve ubicada en CUETO 370 Barrio Yungay, Santiago.

     

   



FUNDACION ACTUAL

2021  

                                    

Entrevista a Coco González-Lohse

06 de octubre de 2021

Jorge González Lohse (1965), más conocido como Coco González, se graduó de artes plásticas con mención en pintura en la Universidad de Chile. Posterior a su egreso formó su carrera como pintor en diversas exposiciones individuales como colectivas, trabajando paralelamente en la formación de proyectos colaborativos y de redes y en la edición de libros. Hoy tenemos el privilegio de entrevistar a Coco González quien se vuelve a enfocar principalmente en su carrera pictórica.
 
¿Cómo definirías tu trayectoria artística hasta este momento? 

Desde lo que he aprendido, puedo comentar que para responder a esta pregunta tengo que ponerla en contexto, está la trayectoria dentro del universo del arte, está la trayectoria íntima, está la trayectoria comercial, está la trayectoria del ego, la del reconocimiento y la de la vida creativa.

Considerando todas estas variables, me parece que desde que entré a la escuela de arte y hasta los 35 años hubo una etapa en que pensé ingenuamente que todo podía pasar, que podía conquistar el mundo, que lo que hacía era importante y que sólo por hacer un arte potente el reconocimiento llegaría. Luego de los 35 años descubrí que todo eso era un espejismo y que llegar a ser conocido no era complejo, lo difícil era mantenerse, por fortuna para mí ,aprendí a tiempo que había cosas que hago muy bien dentro de este mundo del arte y otras que hago pésimo, también aprendí la diferencia entre la eficiencia y la suficiencia y lo más importante aprendí que ser creativo involucraba para mí el ejercicio editorial, la difusión del quehacer de otrxs artistxs y los trabajos colaborativos y de redes creativas.

Me prometí que si cumplía 50 años, trataría de darme todos los permisos que no me había atrevido a hacer antes, ahora a los 56 cada vez me siento más creativo y con las misma inocencia y ambición con que partí este camino.

Para resumir, he tenido consciencia que lo que tengo y lo que soy, lo he elegido, he tratado de moverme en los márgenes; aunque en nuestros países pequeños esto es difuso y complejo, pero eso es lo que he intentado.

¿Cómo definirías la “mediana carrera” en un artista? 

Bueno, lo de edad media, es un término actual para definir etariamente a los seres humanos, en cuanto definir una carrera dentro del arte o de un artista es solo una aproximación que trata de encasillar a los creadores, una estadística, que puede servir de forma pedagógica o comercial, pero que no determina calidad a la hora de visualizar el trabajo de unx creadxr.

¿Cuál es tu mayor desafío en esta etapa de tu carrera? 

Ser sincero con las cosas que hago creativamente (suena cursi, pero es lo que quiero).

¿Qué significa para ti ser parte de una generación que está atravesando la mediana carrera en este momento histórico? (no sólo hoy en día en el contexto de la pandemia, sino un paso desde el siglo XX al XXI, el avance tecnológico, los cambios y movimientos sociales, etc.) 

Siempre he considerado que no solo soy parte de una generación del siglo pasado, sino que del milenio pasado, pasé de la radio a internet sin mucho aviso, mi generación está atravesada por un quiebre institucional, por una herida que no ha sanado ni cerrado y que aún nos descoloca, a muchos colegxs y amigxs les he comentado mi idea de que somos parte de una Generación perdida, a muchxs les carga esto, pero a mí me ha servido para investigar y crear proyectos, poder mirarme intensamente desde esa herida que acarreo y aportar en proyectar un mejor futuro.

¿Cuáles son tus expectativas y aspiraciones profesionales hoy? 

Sin expectativas y aspiraciones, solo viviendo el día a día, trabajando mucho, fantaseando mundos mejores, riéndome con los amigxs del taller y tratando de sobrellevar esta montaña rusa en que nos hemos subido.

¿Cómo describirías la relación actual entre el público espectador y tus obras? 

Si bien dentro del medio tengo un cierto reconocimiento de mis pares , no tengo muy claro que haya un público que reconozca lo que hago, la relación entre público y obra me suena a formulario Fondart, algo así como pedir definir el impacto que tendrá la obra que haces o qué generación de audiencias realizarás… lo que sí podría aportar al tema es que desde el año 2003 cuando en conjunto con Victor Hugo Bravo y Mario Zarmamos Cambio de Aceite, sé que los proyectos que hago son seguidos a veces con envidia y a veces con respeto, que a algunos creadores les han servido en sus propias trayectorias y que he podido difundir entre un público interesado sus trabajos, al final, en un medio tan crítico como el nuestro, me he ganado gratuitamente amigos y no tan amigos.

¿Qué importancia crees que tiene el arte para un país? 

Siempre me ha parecido que los reales cambios que hemos sufrido estos últimos cincuenta años no han sido solo los políticos, sociales, económicos, sino que son profundamente estéticos, lo que ha significado que el tema del arte y la cultura se ha intentado invisibilizar, pues es ahí en donde radican las pulsiones vitales de las sociedades, si bien el arte por sí solo no cambia a una sociedad, estando inserto en el mundo cultural, sí me parece que aporta con sus cuestionamientos, investigaciones y relaciones con el mundo.

Planes de aquí a 1 año: exposiciones, proyectos, etc… 

Los planes han tomado sus propios ritmos, los dos últimos años los tenía planificados con muchos viajes, expos colectivas y varias exposiciones individuales en museos fuera de Chile, las que serían mis primeras experiencias importantes fuera del país, investigaciones sobre arte latinoamericano y varios libros acá en nuestro país, incluyendo una recopilación de mis proyectos y otros sobre archivos que estaban perdidos de trabajos entre los años 1986 y 1996 y que dados los tiempos he tenido que dejar hasta que se den las condiciones para ello.

Por ahora concentrado en trabajar en el taller, ayudar al proyecto de Artistas Yungay, levantado fondos para los amigos del Colectivo Caput de Iquique para que armen su editorial y puedan comprar una máquina Risomática, con una expo para Octubre en Galería Kiosko en Santa Cruz Bolivia, Las formas del caos, un proyecto curatorial itinerante de artistas latinoamericanos co-curado con Francis Naranjo y la apertura de una nueva sala de exposiciones, SALA LEVE, en el espacio en que trabajo con una individual, LA TIERRA PROMETIDA.

Para el 2022 si todo sale bien, en junio la continuación de Las Formas del Caos, esta vez en el Museo del Barro en Asunción -Paraguay, y en Septiembre-Octubre una pequeña itinerancia con una expo individual en Las Palmas de Gran Canaria, una residencia en Italia en el proyecto de Antonio Arévalo y unas expos colectivas en París y Barcelona, en una fecha por definir, tendré además una nueva expo individual SOBRE HEROES Y TUMBAS con la galería con que trabajo, Isabel Croxatto Galería.                 




Coco González Lohse. La tierra cuando fluye

« Deja tu tierra natal y la casa de tu padre, y ve al país que yo te mostraré. Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré; engrandeceré tu nombre y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra ».

—Génesis 12:1-3.

 

 Así habló Yahveh a sus descendientes; la tierra prometida tenía no sólo una configuración de limitaciones físicas (el Neguev y junto a la costa del mar, a la tierra del cananeo y al Líbano) si no que además era parte de una idealización de la libertad de todo un pueblo perseguido, la carga de una herencia de esperanzas al pueblo judío en tiempos faraónicos, sometidos al dolor y a la muerte.

No hay esperanza sin una descendencia que pueda labrar la tierra nuevamente, crecer, estar, ser.

Algo se esconde ahí en la Tierra prometida de Coco González Lohse. Algo que sostiene literalmente el paisaje cual palabra divina incluida además como protagonista inmersa en el entorno.

La Tierra prometida es una nueva entrega de estas observaciones que oscilan entre el minimalismo del objeto (son cuadros de 15 x 20 cms) y la magnitud espacial de lo que se pinta, es decir el paisaje en su holística dimensión se traba ante el ojo del espectador abriendo el campo a la necesaria perplejidad del territorio vulnerado que es Chile, el país con las esquinas rotas con vista al mar o esa cornisa permanente y fatal de donde colgamos todas y todos.

Coco González es un observador único, métrico, sutil, sensible devorador de esquinas sinuosas y rincones que no dicen nada aparente pero que al ser tocadas por su ojo inquieto cobran una vida nueva como haciéndole el quite al desmayo de la memoria.

Busquilla de piezas olvidadas en el tiempo y juguetes oxidados que son como las cabecitas de los fósforos de Los Andes o las marcas que dejó ese POP de los 80s del cual es un leal y digno representante, depositario además de lo que se quedó por decir o lo que se dijo hasta el hartazgo en aquellos años y los venideros.

Hay un sonido del silencio en la obra de Coco, algo que nos hace entrar en los túneles propios, oscuros como metáforas de nuestros territorios repartidos que están bastante lejos de lo que vemos.

Ese silencio de campos del hielo sur o el desierto-desierto, los temibles vientos patagónicos o que se encuentran silbando fuerte entre los Andes, las mareas interminables gigantes del estrecho de Magallanes, o los edificios que son como hoyos negros emplazados en nuestras pequeñas ciudades incomprensibles y llenas de sentido común.

Si hay algo que cruza la pintura de muchxs pintores de la generación del Coco es la oscuridad, ese negro betún con viridian, carmín y azul prusia que aprieta o inunda la forma que intenta ser liberada. No es azaroso este punto y tampoco es un detalle menor; así como los pintores románticos franceses de fines del S. XVIII, la humedad, la niebla, la oscuridad que reinaba ponía una tensión de inesperada vergüenza humana en cada obra, en el caso de muchos de las y los pintorxs chilenxs de los 80, es también una manera de sucumbir al vacío o al reconocimiento del existir, tal vez con esa cuota tan necesaria de romanticismo épico y precario a la vez.

En esta nueva obra del Coco se nos viene todo aquello nuevamente con una tensión notable y de una alta concentración poética de un silencio que busca gritar desde esos rincones que pocos ven o habitan. Hay algo que se esconde en nuestra historia, que se devela aquí, desde lo oscuro invisible que fluye de ese realismo-sur del sur del mundo, algo que se complejiza con la palabra que aparece ahí: Ética, Virus, Raza, Pena, Olvido, Caduco, Duda. ¿qué son esas palabras? Lo que es? Lo que falta? Lo que subyuga, lo que libera?

Que son las palabras sino fusiles en la sien de los autómatas y más aún, que son esas palabras en las derivas de nuestros territorios vacíos de muchedumbre que solo están vivos porque están vírgenes de nosotros mismos?

Aquí la Tierra prometida que nos propone Coco González Lohse adquiere la magnitud que trasciende el momentum nos llega en pequeño formato como lágrimas o como portadas de un libro pequeño en donde se escriben nuestra vidas, las pasadas, las presentes, las que vendrán.


Guillermo Grebe Larraín .  Elartwriter

· El Turista ·

Una exposición de Coco González en @IsabelCroxattoGalería

Texto de Carolina Castro @caroinc


Con una estética siempre lúdica y apasionada, incluso en esos momentos de desesperanza, la obra de Coco González es testigo de una relación profundamente personal con la pintura como posibilidad de existencia, como una forma de abordar las tensiones del día a día y la fuerza conmovedora de la realidad. Sus últimas pinturas tienen formato de viaje, no tienen la ambición de una gran obra, más bien parecen las cartas de un oráculo, contenedoras de un destino insospechado. Son como postales de un turista melancólico que añora la energía del viaje, no el ajetreo de los aeropuertos, ni el paraíso caribeño, sino el romanticismo y misticismo de un explorador en busca de tierras lejanas, que sin saberlo, va al encuentro de sí mismo. A través de ellas somos invitados a realizar un viaje imaginario y místico, donde la pintura actúa como puente entre varios momentos de una misma historia.

 

No por casualidad son treinta y tres obras, un número cabalístico que simboliza el amor por todo lo que existe, y representa el destino de la humanidad. En ellas el fuego es una parte importante de este mundo imaginario, el frate focu (padre fuego) como símbolo del hogar. Los alquimistas interpretaban el fuego como el ciclo del encuentro y el desencuentro, el despertar del ánima que nos acompaña a lo largo del camino de la conciencia, transmutador del viaje de la vida a la muerte como un eterno retorno. Con el fuego como compañero, “El Turista”, personaje principal de estas pinturas, se sitúa en la magnitud, se prepara pacientemente para el comienzo de algo nuevo. Otro aspecto simbólico interesante, y que González comenzó a incluir en su obra hace ya varios años, son estos personajes muy característicos, que de cierta forma encarnan sus propias experiencias, y que a lo largo de estas pinturas aparecen desnudos, con máscaras negras puntiagudas, o encapuchados; a veces solos, otras veces reunidos en un clan o una tribu.

 

Los títulos de las pinturas son fundamentales para conducir este viaje, hay un grupo de ellas bajo la etiqueta de lo “Neo” (lo nuevo), que se manifiesta en la posibilidad de una “Neo Realidad”, acompañada de una “Neo Ecología” y el mito de una “Neo Medusa” que emergen a la luz de una penumbra que inunda el paisaje en espera de la llegada de la Aurora. Por su parte “La Señal” no es una llamada divina, es un encuentro en las profundidades del paisaje interior con la luz que vive en la oscuridad, la lumen-naturae, la chispa que enciende el fuego primordial y que hace que la oscuridad misma no sea absolutamente negra.  De ahí que “El Destino” se presente como una balsa que flota a la deriva de la corriente, en un mar que descansa de una tormenta reciente, ésta acarrea, finalmente, a este personaje desnudo hacia la orilla, donde se encontrará con “La Caravana” y donde junto a sus pares, soñará con la posibilidad de un nuevo hogar. Le siguen despedidas, huidas, llegadas, acuerdos, olvidos, esperas; cada una es una posibilidad en este oráculo de viaje cargado de pistas, arquetipos, y visiones.

 

ESPECIAL REVISTA LA NOCHE LRT










                                            EL DESCONCIERTO N12



Jorge “Coco” González Lohse, artista plástico: 

“El arte también conlleva el fracaso, y el fracaso es una palabra insurrecta y pecaminosa respecto al sistema que estamos viviendo”

por Camilo Brodsky

Docente, editor y escribidor del arte chileno reciente, “Coco” González es sin embargo, y ante todo, pintor y generador de imágenes. En diálogo permanente con la visualidad de las calles y la cultura popular, hoy es fácil identificarlo como uno de los principales referentes de su generación, esa que inició su camino en el arte entre las protestas y el plebiscito del ’88.

Hay una constante en tu trabajo, estos ejercicios de realidad que siempre están operando en tu obra ¿Qué te mueve a hacer ese arte que dialoga con la realidad, aunque sea desde el delirio?
Entre sumas y restas, todavía tengo ciertas pretensiones románticas con el ser pintor. Me doy cuenta de que está pasado de moda, pero arraigarme en la realidad, en una realidad vernácula, bien cotidiana, que produce un corte emocional, es en mi caso como un diario de vida. Te voy a hablar de puras aprehensiones, porque no sé si es así. Me considero un artista fuera del sistema, aunque para otros soy un artista que está en el sistema, ¿me entiendes? Dentro de ese territorio, estos ejercicios de realidad que tú dices son una manera ingenua de confrontarme diariamente con la eterna pregunta de quién soy, de dónde vengo y a dónde voy. Pero en rigor quiero entender este ejercicio holográfico de la apariencia. Entonces todo este cuento medio cursi y barato de tratar de explicar esta realidad es porque también estoy con la disyuntiva de por qué te dedicas a pintar, y es indudable que una de las respuestas más ingenuas para eso es “porque quiero vivir de eso”. Y digo ingenuo porque son muy pocos los que pueden vivir del arte en Chile. Hay una fantasía respecto a eso, sobre todo en la gente más chica, sobre todo por las escuelas de arte, que se han convertido en un negocio.

Eso tiene que ver con la institucionalización de la cultura, pero también con la cultura y el arte tratados como mercancía, en este caso con el negocio de las escuelas de arte. ¿Qué ha pasado con eso en el mundo del arte?
En mi caso las imágenes van en íntima relación en explicarme a mi manera, con humor, con sarcasmo, crítica social, con absurdo también y hasta con cosas oníricas, este cuento de que te ves interpelado constantemente. Porque es una relación súper esquizofrénica ser artista y tratar de vivir bajo tus preceptos de lo que es ser artista. Para mí, por ejemplo, es vivir creativamente, tener un lugar con cosas que me guste ver, tener tiempo para hacer cosas que me interesan y cumplir también con ciertas normas sociales ―como ese ejercicio de la deuda a final de mes―, pero que no sea lo que más te atore, aunque te atore. Entonces cuando veo este asunto de todo lo que se arma frente al mercado y al negocio, lo encuentro insano, porque es como una escalera a la que le faltan huellas y contrahuellas. Tienes una base y personas que están en otro lado, y no sabes cómo llegaron ahí. Cuando te dedicas al arte es como una escalera sin baranda, es una imagen bien obvia del cuento, pero es así, te tienes que sacar la mierda constantemente, tanto en la obra como en el ejercicio del hacer y en la performance del vivir. Entonces cuando empiezan a evidenciarse las precariedades, nos llegan a todos. Si al final el arte también conlleva el fracaso, y el fracaso es una palabra insurrecta y pecaminosa con respecto al sistema que estamos viviendo. Y no es porque me quiera subir arriba de la crítica o arriba del sistema, sino que ya es una huevada obvia, que no te deja salida y que tienes que nombrarla de esa manera. O sea, tengo un problema con esto porque ser artista significa sobrevivir en este sistema, y yo quiero vivir. Y vivir significa tener más opciones.

Y también uno se pregunta cuál es el espacio de interacción para los artistas en este momento en Chile, dónde se produce el diálogo con la sociedad, el feedback con la gente.
Abiertamente, creo que tanto de parte de los artistas como de la sociedad hemos ido cerrando más y más canales. Hay un asunto de esa relación con la realidad que no está fluyendo. Incluso nosotros, respecto de los ’70, nos formamos como una generación más egoísta, donde te hiciste cargo de que te tenías que internacionalizar, tenías que hacer autogestión, tenías que moverte; fuera el trabajo colectivo o que involucrara a otras personas, si alguien no te convenía tú no lo tomabas en cuenta. Se perdió incluso cierta normalidad cívica del saludarse. Y eso pesa mucho.
Las 16 escuelas de arte hoy producen por lo menos 400 artistas al año, mínimo, que es un número bastante alto. Cuando yo estudiaba salíamos muy pocos de Arte de la Chile, la Catolica y el Arcis, entonces te reconocías más. Ahora, a pesar de que hay tantas redes, están tan tramadas que muy poca gente se conoce realmente. Yo he sido afortunado, pero me costó hacer ese ejercicio de sacarme ese resentimiento de los ‘80 de la Chile. Para mí en ese momento eran todos taquilleros, desde Balmes para abajo. Ahora uno, con la distancia, mirando esa ingenuidad que uno tenía, dice “pucha, no, son seres humanos que tienen una experiencia transmitible que es rica”, y eso se ha perdido, el encuentro de bares, de cafés, de conversar... yo lo echo de menos

Tu generación viene además con la mochila de lo que pasaba antes. Balmes, obviamente, pero también Bororo, Benmayor y todos los que coparon de alguna manera la escena en los ‘80s y ‘90s.
Y eso en pintura, porque entremedio está toda la pugna con la Escena de Avanzada, con la intelectualidad, que no es menor. También es especial ver eso, con el poder, contra el poder y desde el poder también. Lo que valoro del Sammy, de Bororo y de esa generación de los ‘80 es que a pesar de estar fuera estaban dentro también, y lograron sobrevivir porque lograron una resonancia magnética con el mercado, eran el mercado también.
Pero a mí me apasionan más otras cosas. Por ejemplo, yo tenía 15 años el ‘78 y hubo una exposición de Ricardo Yrarrázaval y Rodolfo Opazo en la Sala Matta. Ahí comprendí qué era lo que quería ser: pintor. Después tuve la suerte de conocer a Ricardo Yrarrázaval, y después tuve la mayor suerte de tener clases con Opazo, con quien de alguna forma reconozco esta cosa del maestro, y aunque muchos le pueden decir que es vendido, que se quedó en la época de la dictadura, creo que él hizo una tarea vital, que fue mantener el espíritu de la Universidad, de la Academia. Entonces también vengo de esa tradición, de lo que te contaban, pero con un canal directo, de primera fuente.

¿Qué ha pasado con la gente de tu generación en términos artísticos?
Hay un cuento con nuestra generación y la diáspora, porque hicimos diáspora y tratamos de sobrevivir de manera digna, tratando de guardar en lo más profundo de uno la idea de que alguien te iba a descubrir, que se iba a valorar tu trabajo, que te ibas a poder mover con lo tuyo. O sea, piensa que todos nosotros estamos llegando a los 50, y muchos tenemos esa ingenuidad, pero muchos de nosotros logramos también sobrevivir, pasamos de la tierra baldía del arte en Chile, que es de los 35 a los 50, porque ahí realmente si no la hiciste, no la vas a hacer nunca. Es donde todos queremos que los otros naufraguen, porque es un territorio donde si a los 35 años no la hiciste eres un loser; entonces, ¿qué significa ser winner en eso, en una escena que se mueve con esos parámetros? Y ahí te das cuenta de que el único y verdadero truco ya no es tener éxito, sino que es no deprimirte, mantener el espíritu.

Así como has ido abriendo flancos en otros espacios partir de tu práctica como pintor ―como la docencia, el tema editorial, etc.―, también eres muy bueno para trabajar en distintos formatos. ¿Es una decisión proyectiva, donde sabes aproximadamente dónde vas, o es más bien una búsqueda que dejas abierta?
Te puedo responder y explicar, de dos formas súper claras, no antagónicas, pero bien normadas. Una, hay un tipo de artista que es proyectual, que elaboran un sistema que va más ligado al rigor científico; y hay otros como yo que somos más vitalistas, para los cuales los elementos de la obra son más inconscientes, están más dentro tuyo que fuera, y la obra misma va haciendo una suerte de diálogo o disputa que te va pidiendo cosas. Yo sé que a un artista proyectual también le pasan esas cosas. No estoy diciendo que sean máquinas, que uno sea más sensitivo y otro más teórico; son cosas que van mezcladas, pero hay ciertos sentidos al interior de la misma obra que yo no los proyecto, que se van elaborando y desplazando hacia otras cosas: el objeto, la pintura, la instalación. Porque también pienso que la pintura es un sistema de comprensión de la historia del arte, y me permite entender qué pasa con Duchamp, qué pasa con la performance, qué pasa con el cine.

Y sin embargo siempre vuelves al soporte cuadro, al soporte tela.
Como te digo, hay una cuestión de formación, de haber pasado por una escuela de Arte, donde todavía es fuerte ese asunto, y la cuestión del bastidor y la pintura es un tema. Cuando me preguntabas cómo había hecho este camino al principio, y yo te decía que era como un registro de vida, un registro de paso, te decía que siempre he sentido que las pinturas eran como viñetas de comic, que cuentan una historia, y trato de dejar un puente emocional para que otro la pueda leer, que no sea sólo yo. Cuando veo una obra quiero que el otro la sienta viva, que tenga múltiples canales de lectura, que te perturbe. No digo que te guste, que te perturbe. Yo sé que mis obras tienen algo. Por ejemplo, se me viene una paleta de color; yo debería ser un pintor más restringido, por la época en que me formé, pero mi paleta es tripeada, como si tuviera ascendentes mayas y que algo del ADN y del sicotrópico se me quedó pegado. Me pasó en México, ves las pinturas mayas y eran lo que yo veía en mis sueños, antes de haber probado cualquier cosa.

¿Va para algún lado el arte chileno?

Lo que pasa es que todos queremos empujar este carro para que vaya a algún lado, tenemos esta demencia senil heredada del progreso, tanto de lo azul como de lo rojo. A mí me encantaría que fuera un arte más inclusivo, más participativo, porque eso va a derivar en cultura, y el arte es parte de ella, y así va a ser un compañero. Creo que tienen que abrirse más canales participativos en todo nivel, en lo comercial, en lo investigativo, en lo político. Siento que mientras más recuperemos el aparataje cívico que va en la palabra, en la imagen, en el convivir, en el saber vivir, vamos a poder decir que hay arte chileno. Hasta ahora hay arte hecho en Chile.


REVISTA CEDOChttp://www.ccplm.cl/sitio/2011/proyecto-educativo/



DIÁLOGOS
COCO GONZÁLEZ: “COMO ARTISTA B, NADIE
TE VA A LLAMAR: TÚ TIENES QUE LLAMARTE”
POR ALEJANDRA VILLASMIL


Para Jorge González Lohse, el 2010 fue un super buen año. Como un “gestor de preguntas de arte”, impulsó una serie de proyectos que rescatan la identidad chilena de manera seriamente lúdica. Una suerte de misionero, de mendicante indio, “el Coco” fue armando cuentos y redes por puro amor al arte, tanto en Santiago como en Concepción. Conversamos en su casa –llena de cachureos y cositas bonitas-, donde nos habló de ese trabajo colectivo nacido del deseo. Dice ser un pintor clase B, pero para Artishock se lleva nuestra primera letra.

El 2010 fue un año muy activo. Gestionaste un montón de cosas…
Fue un super buen año. Ha sido uno de los años más potentes que creo recordar, tanto por lo bueno como por lo malo.

Cierto. Tuvimos el terremoto, el rescate de los mineros…
Como decía la portada de La Cuarta: “No se puede decir que este año no fue cuático”. Los mineros, qué bueno que salieron, y el terremoto, se de qué se trata porque lo veo todas las semanas cuando viajo a Concepción. El primer año de gobierno de Piñera lo he vivido como que no es verdad, como que es un gobierno de derecha, que toma decisiones de derecha que a veces me asombran, trato de entenderlas, y estoy en eso. No entiendo, por ejemplo, que hayan echado al staff del Consejo de la Cultura y las Artes, y que hayan desarticulado áreas como la de fotografía, que han sido super capitales. Eso me hace pensar en qué es lo productivo y qué no. Y para mi el 2010 fue un año super productivo. Entendí que el arte tiene sus propios códigos que no necesariamente son los del mercado. Uno a veces no quiere hacer cosas gratis, por amor al arte, pero te das cuenta que esas son las cosas que mueven la historia. Es resituar un bien de otra manera.

Si, todos los proyectos que has gestionado se han movido por un profundo amor al arte. Tu motivación es casi animal…
Me pillas leyendo a (Guillermo) Kuitca. El tiene una pintura que se titula Ya descansaré cuando me muera. Yo viví los 80, y cuando eso nunca tuve coraje –ni lo tengo ahora-, tenía mucha timidez. Los 80 tenían una particularidad que era que tu podías estar o no estar, pero participar. No había esa presión del exitismo. Yo me veo en el tiempo, me veo en esa foto, y no me veo. Soy bien apátrida, bien lobo estepario, aunque te parezca raro. Mis amigos son tres o cuatro, y mi familia es Andrea y la Mila. Veo mucha gente, funciono en los colectivos, desde los colectivos y con los colectivos, pero es una situación formal y más pensada como una situación cívica que como una situación emocional.

¿Por qué cívica? ¿Porque el artista debe tener una función social?
No creo que el arte nos redima ni haga cambiar la sociedad. Con suerte te puedo hacer pensar cosas respecto a la sociedad. Pero el derecho cívico es un derecho que perdimos toda mi generación durante la dictadura. A mi me ha costado 40 años entenderlo. Estoy en la mitad de mi vida –o un poco más- y no quiero perder la otra mitad viendo qué puedo hacer o quién me puede descubrir. Sigo teniendo esas mismas intenciones y esas mismas ganas y esa misma ingenuidad, pero no estoy trabajando tanto ahora en el taller porque me aburro. Esas preguntas que te genera la pintura -que en el fondo es lo que soy, porque lo que más soy es pintor- no me las respondía la misma pintura: por mi capacidad formal, por mi capacidad intelectual, por lo que tú quieras. Entendí que no quería hacer un refrito de lo que estaba haciendo. También entendí que era un buen pintor comercial, aunque paradójicamente no vendía tanto en Chile como vendía afuera.

Es que no hay un mercado en Chile…
Obvio, pero en rigor, entendí que si era pintor comercial daba lo mismo si estaba en mi taller pintando mis obras, porque al final no tenía plata para pagar mis cuentas. Cuando me di cuenta de eso, me di este permiso, como dices tú, salvaje, de querer hacer todo lo que me preguntaba. La gente se confunde porque dice que soy un gestor. Claro, soy un gestor cultural, pero haciendo una gestión de preguntas de arte, no de preguntas de negocios. Todo lo que he hecho en cuanto a proyectos tiene que ver con cosas que yo me pregunto en la pintura: la ciudad, la idiosincracia, la pertenencia, los lenguajes vernaculares. No hay nada que no esté hilvanado con el ejercicio de taller, que en este caso es un ejercicio de mesa o de libro o de caminar. Todo el día es un día de arte.

Cuenta cómo surgieron cada uno de los proyectos y en qué consisten…
Lo que tú deseas se hace. Hay que aprender a desear. Hay que desear con mucho tesón, porque las cosas se cumplen, a pesar de que estás en un ambiente tan restringido como el chileno. La gente que lo ve desde afuera no entiende cómo hago las cosas. Buscan otras explicaciones –a quién tengo de pareja, a quién me estoy tirando o si soy gay- para un hecho tan simple como “deseo hacer esto”. Cuando hicimos Cambio de Aceite todo mundo se nos vino encima. Queríamos hacer una exposición que no tenía mucha intelectualidad, pero tenía deseo. Soy super deudor con Cambio de Aceite. Por eso la matriz de Revisión Técnica fueron los 40 artistas de Cambio de Aceite, más otros 60 sacados de un total de 180 talleres que visité.

¿Hay artistas que te han manifestado resentimiento por no estar incluidos en Revisión Técnica?Yo no tengo el cuero muy duro. Me he tenido que preparar para eso. Yo tenía claro que eran cien (artistas) por cuestiones de marketing. Cien es un número cabalístico y tienes que usarlo. Y en un proyecto que abarca de 1980 a 2010, claro que hay gente que queda afuera, claro que hay gente que se enoja, pero eso es parte de nuestra forma de ser. Todavía en Chile tenemos esta concepción plana del universo. Además yo pensé en un libro hecho para que lo destruyeran, porque es un libro de trabajo y los libros de trabajo son para eso, para que te vayas en contra. Ahora, tiene ciertas particularidades, y es que lo editó una persona, no una institución. Pero volviendo a tu pregunta anterior, con el tiempo he aprendido a cerrar ciclos. Hay que tener la suficiente paciencia para cosechar de un ciclo. Algo que nos pasa a todos los artistas es que somos muy ansiosos.

Si, queremos ver resultados inmediatos…
Claro. Con los proyectos me dí cuenta de que cuando los tratábamos de difundir, ya la energía te la habías gastado. Había que idear un sistema en el que esa energía se gastara antes, a pesar de que no existiera un proyecto. Entonces nos asesoramos con una persona sobre cómo trabajar y difundir en Internet. También creamos estos nombres (Industria Masticable, Manufacturas Pencopolitanas, Chucherías Factory) que son lo suficientemente estúpidos como para que la gente los recuerde. Y así surgió Industria Masticable, que integra lo editorial, un laboratorio social y pedagogía. Al poco tiempo de tenerlo en la red, lo vió Pato Muñoz Zárate, que digire y cura el proyecto Museo sin Muros (espacios del Museo Nacional de Bellas Artes en malls de Santiago y Concepción). Así empezamos a viajar a Conce. Industria cumplió con los objetivos: un proyecto que no existía, que se mostró un par de veces en el año, que creó una red de 5.000 amigos en Facebook y que aplicó contenidos a esa red. En el camino también aprendí cómo se falla en el trabajo colectivo. Es super complicado llenar las expectativas de todos. En Industria, por ejemplo, aplicamos el concepto empresarial de liderazgo transversal, al que no estamos muy acostumbrados en Chile. Funcionó a ratos. Paralelo a eso, Fernando Melo, un amigo fotógrafo de Concepción, me invitó a dar clases allá. Asi que comencé a viajar, a conocer a la gente que hace performance y la realidad de las poblaciones. Oscar Concha y Leslie Fernández me recibieron en su casa y me abrieron las puertas a Animita y otros proyectos que se desarrollan allá. Manufacturas Pencopolitanas nació para darle una vitrina a los chicos del taller de producción. Al final se creó una plataforma que tiene que ver con la generosidad.

¿Qué fue lo que más aprendiste de tu experiencia en Conce?
Me sorprendió cómo en un medio tan restringido estas personas fueron capaces de armar sistemas brillantes, sistemas que en Santiago, por problemas de escala, han ido perdiendo brillantez. Pero, paradójicamente, a pesar de que Concepción está ahi para ser tomado, no es muy tomado. Son muy pocos, unas cinco o seis personas, los que se toman Concepción. Hay una escuela de arte, hay harta gente haciendo diseño, pero el escenario está más dominado por la música que por las artes visuales. Desde Concepción, tienes ene cosas que preguntarte.

¿Igual que otros proyectos, Manufacturas Pencopolitanas también cerró su ciclo?
Yo terminé de dar clases en Conce y los chicos son dueños de hacer lo que quieran con Manufacturas. Es un regalo de mi parte hacia ellos, y lo hemos trabajado en conjunto. Este año ya no vuelvo a Concepción.

Eres como una especie de misionero…Es un problema emocional. Cuando empiezas a vivir en un lugar, empieza la cotidianidad, y esa cotidianidad me afecta profundamente. Yo me fui a Concepción enamorado, pasaron cosas buenas y malas, y ahora me he vuelto a enamorar. Es que me pasa. Para mi Revisión Técnica es un proyecto que fue, y ya no me importa que pase con él. Ahora estoy en otras cosas.

Una es Chucherías Factory…Este proyecto no nació de forma espontánea, sino que lo planteé cuando hicimos Inoxidable; había quedado en el aire. Por esas cosas de la vida, me tocó dar un curso de gestión en la (Universidad) Uniacc para la carrera de diseño, que yo llamo de gestión emocional, porque si bien había gestión dura, de levantamiento de recursos y cartas Gantt, yo infectaba a los chicos y los llevaba al territorio del hacer. Esto me tocó hacerlo por cinco años. Al tercer año, les planteo este proyecto de merchandising. Se unieron varias personas y ahi surgió Chucherías, que tiene que ver con consumo cultural –un término raro-, y el turismo objetual, que hace referencia a lo vernacular, el territorio y la pertenencia. En la línea de merchandising lo que hacemos básicamente es recorrer los barrios de Santiago, digitalizarlos y elaborar productos o comprar productos de ahi para que la gente conozca esos barrios. El merchandising es para mi una pieza creativa subvalorada en Chile.

¿Cómo se han financiado los proyectos?
Con Inoxidable quedé super endeudado. Pero con Industria nos planteamos un presupuesto y con eso trabajamos. También levantamos recursos del mismo proyecto para crear una caja chica y pagar cosas como viáticos. Cuando salí de la U, sabía que no tenía redes, era tímido, era feo, tenía ene cosas en mi cabeza y en mi emoción que me dolían. Sabía que, a pesar de que quería seguir dedicado al arte, iba ser muy complicado. Por eso creé sistemas para sobrevivir dentro del arte. Así surgieron los trabajos colectivos. Ahora, viendo todo esto que hacemos, la gente puede decir que el Coco es un buen pintor pero se está perdiendo, pero yo más bien creo que me he reencontrado.

¿Te estás perdiendo porque no estás pintando?
Claro, porque hacer la carrera es hacer tu pintura. Ahora, no se si cuando vuelva a pintar haga nuevamente refritos. Probablemente si. Al final el ojo no es tan vírgen y te cuesta pensar en una visualidad nueva. Creo que si me pones en cualquier lado, en cualquier ciudad, voy a seguir haciendo lo mismo. Yo tengo claro que soy un artista que no importo mucho. Soy un artista B, y no tengo ningún tapujo en decirlo, a pesar de que internamente me encantaría brillar, me encantaría que me pasaran cosas de rock star o de la tele. Pero no quiero seguir pensando en esa cosa de “quizás si”. Si viene, viene. Como artista B, nadie te va a llamar: tú tienes que llamarte. Do it yourself; hazte tú mismo; fabrícate tú mismo. Sé que por lo que pinto, por el sistema que tengo, no me van a llamar a una gran exposición. Es muy raro. Me sorprendió mucho que la Sole García me invitara a Chilensis. Se nota que no ha estado viviendo en Chile por mucho rato, porque no tiene las mañas de las afiliaciones de poder.

¿No será que uno, como artista, tiene que fabricarse a si mismo, justamente por esto de los clubcitos?
Si, pero yo me siento super outsider. Como te decía, soy de pocos amigos, a pesar de mi trabajo colectivo. A mi me cuesta ene relacionarme en ese plano con el mundo del arte. Yo me relaciono a nivel de amistad, de cariño, de aprender, pero no me relaciono a nivel de poder, porque yo mismo en mi fuero interno soy medio malo, tramo cosas. Entonces, cuando me descubrí en esa instancia, de que me gustaba el poder, opté por ser diferente. Y por eso también está cosa de entrar y salir, de no dejar mucho tiempo para que la gente te conozca.

Has optado por el anonimato…
Si, muy bajo perfil, a pesar de que tengo una nariz grande... jajaja

La gente se preguntaba siempre quién era Industria, quién está detrás de Manufacturas…
Si, pero yo se qué saco de los proyectos. No creas que hay un ejercicio de ingenuidad. A lo mejor un delirio de poco crecimiento emocional, pero no ingenuidad. Son formas de hacer contactos, a mi manera. Yo siempre me he visto como el mendicante indio, que no sube la montaña como el occidental sino que va rodeándola, y cada tres pasos pone una piedra, y pasa su vida en eso. Soy de largo aliento.

¿Qué se viene este año?
Como producto de Revisión Técnica, me he reencontrado con todos estos héroes de la era ochentera, con los que estamos organizando dos proyectos bonitos que me tienen super entusiasmado. Uno, es exponer con Waldo Gómez, Julia San Martín y Lucho Valdivieso, no se si en Gasco o en la Católica, y otro es un proyecto que se llama La Ruta Trasnochada, con el Araya y el Mauro Jofré. Eso es para el 2013. Habrá pinturas, colaboraciones en video, graffiti, publicaciones, registro de teatro y performance de los 80, y un bar, que lo vamos a atender nosotros mismos de 17 a 19 horas. Por otro lado está el proyecto de vida. Andrea quiere seguir estudiando y probablemente nos vayamos fuera de Chile una buena cantidad de años.







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